Colaboración con el Estudio de Arquitectura Foster and Partners
El Salón de Reinos formaba parte del antiguo Palacio del Buen Retiro, situado junto al monasterio de San Jerónimo el Real. El pabellón ocupaba el ala septentrional del Patio de Oficios o de Fiestas. Felipe IV encomendó a Velázquez la disposición de los doce cuadros de batallas, entre ellas La rendición de Breda, también se instalaron los cinco retratos ecuestres de los reyes y el príncipe situados en las cabeceras y Zurbarán se encargó de los Trabajos de Hércules que se situaron sobre los huecos de acceso entre los cuadros de batallas.
A partir de la Invasión Francesa el Retiro fue fortificado y sus edificios sirvieron de cuartel, cuadras y establos, quedando a su marcha muy maltratados. Abandonado, solamente se salvó el Casón y el Salón de Reinos, que se recompuso con algunos añadidos como edificio exento. En el año 1883 el arquitecto Eugenio Jiménez Corera añadió al edificio primitivo de una crujía, una planta y un cuerpo superpuesto a la fachada sur, que es el que se conserva en la actualidad.
El concurso, con intervención de jurado, para la Rehabilitación Arquitectónica y Adecuación Museística del Salón de Reinos fue convocado por el Museo del Prado. De los cuarenta y siete equipos admitidos a dicho concurso, ocho pasaron a la fase final. De ellos obtuvo la máxima puntuación la propuesta denominada TRAZA OCULTA, presentada por Foster&Partners. La propuesta rentabiliza al máximo el uso museístico en el edificio y crea un gran atrio de acceso en la fachada sur, imprimiendo a este espacio un carácter semiabierto y permeable al exterior, pero controlado para que sirva de protección a la fachada original del Salón de Reinos, para cuya restauración se desmontan los forjados que contra ella acometen, y se recuperan sus huecos y balconadas. Sobre dicha fachada emerge la prolongación de un gran espacio expositivo en planta tercera, formando la cubierta del atrio.